miércoles, 4 de octubre de 2006

La Rosa

Deja esa rosa tranquila,
tus manos nerviosas de mitos y ensueños
acabaran por destruirla.
Deja que tus ojos de niña suban a los míos
y sabrás de amor. Deja ya el teclado
que no entiende caprichos,
atiende mis dichos y responde al amor
con ese beso que mi boca reclama,
dime que me amas
y se desvanecerá el dolor...
Abandonaremos la lluvia de los cuerpos
embriagados de niebla
y en la espesa corteza de los sentidos,
habremos sido entonces el bronce
capaz de haber sobrevivido a la tristeza.
Le pondré luto a las estrellas
si no me besas, será de trapo la tristeza
de mi luna inmensa y la vestiré
con la fortuna de quererte en silencio,
trocándola en el excesos del lecho
que mi boca espera, como esteras
quemándose a la faz socarrona y brumosa
de esa rosa
que ahora: estrujan tus pechos...

El Hurón

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