martes, 26 de junio de 2007

Esto es amor

La mente se resiste a olvidar las cosas hermosas,
se aferra a ellas y olvida todo lo doloroso,
mágicamente anonadada por la belleza.
No recuerdo discursos contra mis débiles brazos,
guardando la exacta dimensión de tu cintura;
recuerdo la suave, exacta,
lúcida transparencia de tus manos,
tus palabras en un papel que encuentro por allí,
la sensación de dulzura en las mañanas.
Lo prosaico se vuelve bello
cuando el amor lo toca con sus alas de Fénix,
ceniza de mi cigarro que es el humo
después de hacer el amor,
o el humo compartido,
quitado suavemente de la boca sin decir nada,
íntimamente conociendo que lo del uno
es del otro cuando dos se pertenecen.
No te entiendo y quisiera odiarte
y quisiera no sentir como ahora
el calor de las lágrimas en mis ojos
por tanto rato ganado al vacío,
al hastío de los días intrascendentes,
vueltos inmortales en el eco de tu risa
y te amo monstruo apocalíptico
de la biblia de mis días
y te lloro con ganas de odiar
todo lo que alguna vez me hizo sentir flor rara
en un paraíso recobrado donde toda felicidad era posible
y me dueles en el cuerpo sensible y seco de caricias,
abandonado ya meses al sonido de besos
y palabras susurradas o risas a la hora del baño.
Te añoro con furia de cacto en el desierto
y se que no vendrás que nunca vendrás
y que si venís seré débil como no debería
y me resisto a crecerme en roca, en Tarpeya,
en espartana mujer arrojando su amor lisiado
para que no viva y te escondo y te cuido en la oscuridad
y entre las letras negras de mis escritos
volcados como río de lava entre débiles
rayas azules de cuaderno que me recuerdan
que la línea es recta pero que el mundo
es curvo como la pendiente de mis caderas.
Te amo y te lo grito estés donde estés,
sordo como estás a la única palabra
que puede sacarte del infierno que estás labrando
como ciego destructor de tu íntima
y reprimida ternura que yo conozco
y de cuyo conocimiento ya nunca podrás escapar.
Y sé que mi sed solo se sacia con tu agua
y que nadie podrá darme de beber ni amor,
ni sexo, ni rama florida sin que yo le odie
por querer parecérsete
y no quiero saber nada de otras voces
aunque me duela querer ternura y conversación
larga y entendida entre dos
porque sólo vos tenés el cifrado secreto
de la clave de mis palabras
y sólo vos pareces tener el sol, la luna,
el universo de mis alegrías
y por eso quisiera odíarte como no lo logro,
como sé que no lo haré porque me hechizaste
con tu mochila de hierbas y nostalgias
y chispa encendida y largos silencios
y me tenés presa de tus manos mercuriales
y yo me desato en Venus con tormentas de hojarasca
y ramas largas y mojadas como el agua de las cañadas
y el ozono de la tierra que siente venir la lluvia
y sabe que ya no hay nubes, ni evaporización,
ni ríos, que el mundo se secó
y que no volverá jamás a llover,
ni habrá ya nieve o frío o paraíso
donde pájaro alguno pueda romper el silencio del llanto.

Gioconda Belli

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