domingo, 30 de julio de 2006

Para pensar

No existe sobre la faz de la tierra ningún elemento que pueda reemplazar lo que se pierde cuando se entrega la propia libertad, la propia individualidad, así sea en nombre del amor.Ningún hombre, ninguna mujer, ningún hijo o hija, padre o madre, reemplazan la desazón interior que se siente cuando se renuncia a ser persona, en aras de complacer a otro u otra. Sea quien sea.
El amor no repara la entrega de mi Yo interior como prueba de incondicionalidad afectiva. Si no puedo defender mi propio criterio frente a los que amo significa que estoy haciendo un curso acelerado de depresión o frustración. Porque por encima de cada quien, no puede existir ningún otro o ninguna otra. La libertad no está en un espacio externo donde me pueda mover o desplazar, sino en la capacidad que se tiene de poder decidir por cada quién, sin que existan la culpa o el chantaje como pago por la osadía de querer ser autónomo.
¿Qué hay dentro de cada uno, de cada una? Un vacío propio del ser humano. Un vacío que mágicamente desearíamos que alguien llenara. Empezando por el anhelo de que sea la madre quien lo colme, pero ni la madre (más imaginaria que real) ni nadie puede satisfacerlo. Es una utopía siquiera pretenderlo. Nadie llega al fondo de cada uno. Ninguno puede cumplir ese deseo porque satisfacerlo sería como perder la condición humana de lucha, de insatisfacción, de aprendizaje. Sería como quitarle sentido a la condición humana, algo semejante a la muerte, a la nada. Entonces, aquí estamos para aprender a manejar el vacío interior.
Si quiere verlo con un sentido fatalista a eso fue que vinimos, por eso estamos aquí. O si quiere anotarlo en forma más positiva, esta es la esencia de la condición humana, la que nos engrandece, la que nos pone en contacto con la Energía Universal. Pero nuestra concepción idealista de amor, nos ha hecho suponer que el amor colma el vacío. Que los amores, cualquiera que sea su vínculo, están llamados a "sacarnos" de la condición humana dándonos total satisfacción. Falsa ilusión. Por eso, en aras de la búsqueda del concepto equivocado de "amor que colme" hacemos cualquier cosa, hasta engañarnos a nosotros mismos, entregando trozos de nuestra dignidad, con tal de que nos quiten el vacío. Y es allí donde renuncio a ser Yo, para que tú me quieras. Renuncio a todo lo que soy, a todo lo que he logrado, con tal de que te dignes quererme. Algo parecido a "dejo de existir para que tú existas en mí" y ya los dos somos uno solo... y mi angustia se calma. Falsa creencia.
Cuando más tengo de ti más quiero, más exijo, más reclamo, como en un círculo infernal, hasta llegar, con el tiempo, a sentir que nada me colma, ni siquiera tú mismo. Al cabo de los días me encuentro sin nada: sin ti y sin yo. Hasta reconocer que nada justificó mi pérdida de identidad. Nada compensó lo que entregué a cambio de ilusiones, palabras, promesas que jamás se pueden cumplir. Es allí donde me puede invadir una frustración infinita porque "mi amor" no fue lo que esperaba. ¿Fue entonces el amor lo que falló, o fue mi equivocada creencia sobre lo que es el amor la que no se cumplió?......Vale la pena revisarlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Muy buen comentario! Muy profundo y diría un poco egocéntrico. Porque por más que fuere como lo explica ¿podríamos vivir sin esa ilusión de despertar en los brazos de un amor, aún, sabiendo que terminará, aún sabiendo que perderemos nuestra individualidad?. Pienso que la vida pasa porque es única y que debemos vivir cada uno como sienta y como pueda, las fórmulas las pone cada uno.


Heidi
Sgo del estero