Veré con angustia
desaparecer tus caderas en la esquina
de mis lágrimas, soportaré con calma
la angustia de la mustia
sinrazón de este amor que me desvalija el alma,
y ya no habrá quimeras capaces de devolverme la ilusión.
Ay....me sospecho ridículo y niño,
suplicando con cariño
tu pasión para terminar finalmente,
hablándole a tu espalda.
Nada será como entonces, enjuagaré las lágrimas
y mentiré a mi corazón acostumbrado
que me obedece en la obsesión
de preservarme el alma, le diré a mi costado de alardes
que se yerga enhiesto con el resto insalvable
de otras voces y que mantenga la calma,
en esta hora cobarde…
El Huron
martes, 6 de septiembre de 2005
Sueños de marzo
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