domingo, 22 de julio de 2007

Destino

Entramadas celosías de enigmático destino,
cambian de rumbo, se encuentran, se alejan,
nada es por casualidad, una y otra vez
las cosas vuelven a coincidir en un vértice
agudo, perfecto, sin desvío posible,
como un cerrado anillo recurrente y eterno
que como una pesada rueda de molino
tarde o temprano retorna a sus orígenes,
es el anverso y reverso de la misma moneda
gastada, desconocida, ajena a su uso,
nada en duro contraste, todo complementando,
finamente acoplado, sin rivalidades vanas,
fuerzas centrípeta y centrífuga conjugadas,
lo acuático y lo ígneo en evolución constante:
la sutileza femenina y la fuerza masculina,
la levitación de un frágil pétalo al viento
y la pesada incrustación de un meteorito viejo,
mosaicos de una existencia hasta ahora arlequinada,
ajedrez complejo, calmado, inesperado,
que apuesta el destino a un suspiro
por la mera pasión del peligroso reto
aún pudiendo cambiar todo en una sola mano,
torero arrogante y arriesgado
ante el ruedo rojo de los días,
rueca elemental sobre la cual vas hilvanando
a partir del dogmático cero del presente,
el atrayente talismán de las vivencias recientes,
de rostros que comenzamos a descubrir, a valuar,
de los lugares soñados que ahora están.
Ya todo quedó atrás sepultado después del cataclismo,
soy libre como ingrávido globo que escapa hacia el viento,
cual polen si raíz ni tiempo, cual escama de oro a la corriente,
no tengo destino, no tengo país, soy universal
soy amante y soy amada porque sigo enamorada de la vida
hasta lo más profundo de mi tuétano.



Astrid Colomine

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