Te he visto, desenfadada y tierna,
recorriendo las márgenes de ese río lejano,
llenando tus manos de pequeñas tesoros que
luego desechabas. Pensativa estabas,
de certeros arcanos.
Atardecía la noche
con su manto de agua, mi paraguas
vacío de tu cintura te reclamaba y la bravura adormecida
del agua te llamaba y oí tus pasos,
el abrazo de nadie y el aire a su paso se ciñeron
en el alarde de haberte imaginado.
La melancolía y mis promesas me reclaman palabras
que alguna vez he pronunciado, pero ya es tarde;
te alejas de mí con decididos pasos
y sigo tras tu sombra, solo y enamorado.
El huron
martes, 25 de septiembre de 2007
Imaginarte
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