Cuando se acaban las mieles de la vida, hay
que vivir con el rocìo del cielo.
Cuando se nos cierra la capa de la tierra, hay
que volar por los espacios de Dios.
Cuando estamos muy deprimidos y cargados
como la nube, hay que dejar caer el aguacero.
Cuando uno no puede ir en busca de Dios,
sólo hay que dejarle una rendijita abierta.
Cuando el dolor te vence, Dios toca fondo y
nacen las maravillas y los milagros.
Cuando no sabes qué decir,
aprende a escuchar
El silencio te enseñará un lenguaje que
no conocías.
A veces el borde de la desesperación parece
más fuerte que las murallas de la fé.
Es que son "aguas crecidas," necesarias para
que se lleven lo turbio, los deshechos, la basura,
y te dejen màs lúcida, más limpia y màs purificada.
Después de esas aguas crecidas hay que
quitar las impurezas, podar los árboles caídos,
recoger las hojas, limpiar el polvo.
Y así, con todo listo, esperar la nueva
primavera... ¡Y volver a empezar!
Zenaida Bacardí de Argamasilla
jueves, 1 de noviembre de 2007
Son aguas crecidas
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1 comentario:
Fuerte, conmovedor, real.Increíble que la vida sea tan intensa.Cariños
Heidi
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